2010年7月13日 星期二

Simón Bolívar, Affinity towards the Unreachable, and Human "Rights"...or rather "Responsibilities?

Simón Bolívar. El gran Libertador que acabó con la tiranía española y ganó la independencia para su gente. El incansable general que lideró sus tropas a triunfar una y otra vez ante los más desesperados contratiempos. El sabio estadista que veló por el bienestar de los ciudadanos devastados por las interminables guerras que asolaron tantas tierras. Incontables obras se habían escrito sobre sus hazañas, glorificándole hasta el punto de que, hoy en día, no existe nadie en Sudamérica que no conozca a esta leyendaria figura.
Cuando yo era niño, siempre me encantaba leer libros acerca de famosos hombres como Napoleón y George Washington. Yo soñaba con seguir en sus caminos y juntarse a ellos en la lista de hombres que definieron el rumbo de historia. Sin embargo, a medida que crecía y maduraba, empecé a cuestionar estas representaciones de grandeza. Me di cuenta que las cuentas que solía leer tan animadamente siempre coincidían en describir sus protagonistas como sobrehumanos que lograban superar cualquier obstáculo por la mera fortaleza de su voluntad. Por una manera u otra, siempre eran guiados por sus inquebrantables creencias durante las pésimas épocas, hasta que finalmente salían victoriosos sobre los cadáveres de los que se atrevían a interponerse entre estos héroes y sus inevitables destinos de triunfo.
No importa que centenares de años ya hubieran transcurrido desde sus efímeros instantes de gloria, ya se habían quedado inmortalizados para siempre en las estrofas y letras de poemas y canciones de nuestras culturas.
Si yo tuviera que elegir una característica que definiera a la humanidad, sería nuestra tendencia de fantasear incesantemente sobre lo irreal—lo quijotesco, lo no alcanzable en el severo mundo real en el que vivimos. Todas las películas de Hollywood que se trata del amor… ¿De qué sirven salvo para satisfacer temporáneamente nuestra deseo de experimentar una relación más perfecta de las que hemos tenido? Tantos filmes de acción y aventura… ¿Nos causarían tanta emoción si no existiera sentidos de harto o aburrimiento de nuestras vidas mundanas? Y las obras que se enfocan en enaltecer individuos históricos… ¿serían tan favorablemente recibidas si la mayoría de la audiencia no sintiera, al menos al nivel subconsciente, una frustración o resignación de su incapacidad de hacer algo más con sus vidas?
Las siguientes frases vienen de una conversación de un doctor francés y su paciente, un Simón Bolívar ya viejo, agotado, y a punto de morir:
               —¿Por qué estás aquí, doctor, siendo francés? ¿Qué habías venido a buscar en este país?
              —La libertad—contestó el doctor.
              —¿Y la habías hallado?
              —Sí, mi general.
              —Pues habías sido mucho más feliz que yo. Si quieres regresar a Francia, dispuesto estoy a acompañarte, pues aquí… aquí no es posible hallarla.
180 años luego de la ¨liberación¨ de América del Sur, un joven llamado Clarke Hung atraviesa los mismos terrenos en los que el Libertador y sus huestes se esforzaron por realizar una flamante época de libertad y esperanza. ¿Y qué es lo que ve este jovencito? El alcoholismo en abundancia entre las poblaciones indígenas más pobres, innumerables caudales de narcotráfico organizados por cocaleros bajo el pretexto de sembrar para el ¨uso tradicional¨, y culturas caracterizadas por dar más prioridad a la diversión constante que el esfuerzo al trabajo y progreso social. Gente liberada, ciertamente, pero gente que se parece haber sido liberado de la responsabilidad también. Lejos de la imagen que tenía el Libertador al finalizar su gran tarea…
Eso me lleva una vez más a la pregunta filosófica que ha retado tantos prominentes pensadores a lo largo nuestra historia: ¿Será la libertad realmente un derecho natural del que todos los seres humanos deberían poder disfrutar sin precondiciones? ¿O será más bien una responsabilidad que sólo se concede a los pocos merecidos?

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English Version


Simón Boívar. The great Liberator who terminated Spanish tyranny and won his people independence. The tireless general who led his troops to victory time after time amidst the most desperate setbacks. The wise statesman who fought for the wellbeing of his devastated citizens after years of ceaseless bloodshed. Countless of works have been produced of his achievements, glorifying him to the extent that, nowadays, nobody in South America lives unaware of his name.
When I was a kid, I always loved reading books about famous men like Napoleon and George Washington. I daydreamed about following their paths and joining them amongst the list of great men who single-handedly defined the course of history. However, as I gradually grew up and matured, I began to question these depictions of grandeur. I began to realize that the stories I used to read so animatedly always coincided in illustrating their protagonists as superhumans who succeeded in overcoming every obstacle in their path through the sheer force of their wills. One way or another, they were always guided by their unwavering beliefs during the toughest of times, until they finally emerged triumphant over the dead bodies of whoever dared to stand in the way between them and their inevitable destinies of glory.
It didn’t matter that hundreds of years had already passed since their ephemeral moments of glory; our authors and artists chose to immortalize them forever anyway as icons of humanity’s identity.
If I had to choose one characteristic that defined mankind, it would be our incessant tendency to fantasize about the unreal—the quixotic, the unreachable in the harsh real world that we live in. All those Hollywood romance movies… what good are they for, apart from their ability to temporally satisfy our desire to experience a more perfect relation than the ones that we’ve already had? All the blockbusters of action and adventure… would they really bring out so much excitement within us, if deep down inside, we didn’t harbor sentiments of boredom towards our mundane daily lives? And all the films that focus on immortalizing historical individuals… would they be so favorably received if the majority of their audience didn’t, at least at a subconscious level, feel a sense of frustration or resignation towards their inability to accomplish something more with their own lives?
The following dialogue comes from a conversation between a French doctor and his patiente, an old, exhausted Simón Bolívar about to pass away:
            “Why are you here, doctor, being from France? What did you come to search for in this country?”
            “Freedom,” replied the doctor.
            “And have you found it?”
            “Yes, my general.”
            “Well, you’ve been a much happier man than I’ve been. If one day you want to go back to France, I’m ready to go with you, because here… here it’s not possible to find freedom.”

180 years after the “liberation” of South America, a young teenager by the name of Clarke Hung journeys through the same lands in which the Liberator and his armies strived to realize a new age of liberty and hope. And what does he see? Overwhelming alcoholism amongst the poorest indigenous communities, incredible volumes of drug trafficking organized by coca farmers under the pretext of cultivating coca for “traditional uses,” and societal cultures characterized by their choice of prioritizing entertainment over hard work and social progress. Liberated people indeed, but it appears that they’ve been liberated from their responsibilities as well. A far cry from what the Liberator had envisioned after accomplishing his grand work.

This brings me once again to the philosophical question that’s challenged so many prominent thinkers throughout our history: Is freedom truly a natural right to be enjoyed by all human beings, without any preconditions whatsoever? Or is liberty more of a responsibility only to be granted to the proven few? 

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